Tot el que volies saber sobre l’anarquisme

 

Todo lo que siempre quiso saber sobre Anarquismo

y nunca se atrevió a preguntar

Introducción

El anarquismo es probablemente la corriente apolítica sobre la que se han dicho mayor cantidad de estupideces. En realidad, no tiene nada que ver con creer en el caos, la muerte y la destrucción. Los anarquistas no van por ahí cargados de bombas ni les parece ninguna virtud ir avasallando viejecitas.

No es accidental que la siniestra imagen del anarquista loco haya cobrado tanta aceptación. El Estado, la prensa y todo tipo de instituciones autoritarias utilizan todos los medios a su disposición para presentar la anarquía como un estado impensable de caos y asesinato. Poco podemos esperar de los «traficantes» de poder que, por otra parte, poco poder tendrían en sus manos si nos saliéramos con la nuestra. Necesitan creer en lo esencial de su autoridad y su obediencia para autojustificar sus crímenes. La TV, la prensa y la industria cinematográfica predican la obediencia, y si la anarquía es mencionada, aparece como destrucción descerebrada.

La mencionada necesidad de autoridad está tan arraigada en la mente del ciudadano medio, que la anarquía, que simplemente significa «falta de gobierno», resulta impensable para la mayoría de la gente. La misma gente, por otra parte, admite que los reglamentos, regulaciones, impuestos, intromisiones y abusos de poder (por nombrar algunos) son como mínimo irritantes. Por lo general se piensa que no hay más remedio que aguantar en silencio porque la alternativa de «falta de poder, de autoridad y todo el mundo haciendo su propia voluntad» sería horrible.

Sin embargo existe una variedad ilimitada de sociedades posibles sin Estado, y no todas ellas serían desagradables. ¡Todo lo contrario! Cualquier tipo de sociedad anarquista nos ahorraría las terribles distorsiones que produce el Estado. La abolición del Estado, se verá equilibrada por una sociedad libre y de cooperación.

El anarquismo en todas sus corrientes y sus ideas difieren respecto a la organización de una nueva sociedad. Todos tienen en común que el Estado deber ser sustituido por una sociedad sin clases y sin violencia (fuerza restrictiva, represión). Es precisamente debido a nuestra creencia en la libertad que nos negamos a establecer pautas muy cerradas. Sólo ofrecemos modelos posibles que se apoyan en la evidencia del día a día. De hecho la sociedad anarquista ya ha existido históricamente e hizo falta nada menos que un asesinato en masa para detenerla.

Otro error típico de aquéllos que saben algo más sobre el tema, es pensar que el anarquismo es una bella utopía, una idea hermosa pero impracticable. De hecho, el movimiento anarquista tiene un largo recorrido histórico y no surgió de teóricos encerrados en sus torres de marfil sino directamente de la lucha por la supervivencia de masas de gente corriente y oprimida. La anarquía siempre ha sido intensamente práctica en sus pretensiones y en su forma de hacer las cosas.

Anarquismo elemental

Muy poca gente parece entender el anarquismo pese a que es una idea muy sencilla y clara. Básicamente quiere decir «dirigir nuestras vidas en lugar de que ser dirigidos o gobernados».

No hay nada especialmente complicado en el anarquismo, excepto las terribles discusiones que conlleva, como por ejemplo, «imagínate el caos que habría si todo el mundo hiciera lo que quisiera». Sin embargo, ahora mismo vivimos en el caos. Millones de personas están en el paro, mientras otras están sobrecargadas de trabajo, de un trabajo por demás repetitivo y rutinario. Hay gente que se muere de hambre a la vez que se está arrojando comida al mar para mantener los precios. El aire se encuentra contaminado a causa del humo que desprenden coches muchas veces ocupados por una sola persona. La lista de locuras y situaciones caóticas en la sociedad actual es interminable.

Incluso los «beneficios» del Estado son en realidad perjudiciales. La Seguridad Social, por ejemplo, se dedica a poner parches como un taller de reparación industrial, y en el fondo es algo parecido. Estos servicios nos hacen dependientes del Estado y lo peor de todo, nos compran por muy poco. Frenan nuestra propia iniciativa de crear una Seguridad Social autogestionada y enfocada hacia nuestras necesidades, no hacia intereses económicos privados.

La autoridad, por su propia naturaleza, sólo puede interferir e imponer cosas. Seguro que la gente corriente puede imaginarse alguna forma de organización que impida al Estado la destrucción de los últimos parajes sin urbanizar. Es un principio básico del anarquismo que sólo aquellas personas que viven en una determinada zona tienen derecho a decidir sobre su organización, y sobre los asuntos que conciernen a esa zona.

Todo el caso, a nuestro parecer, deriva de la autoridad y del Estado. Sin clases dirigentes y su necesidad de mantenernos esclavizados no habría Estado. Sin Estado nos encontraríamos en situación de organizarnos libremente según nuestros propios fines. No creemos que pudiéramos dar pie a una sociedad tan caótica como ésta en la que nos ha tocado vivir; sociedad en la que vivimos, basada en un sistema económico movido por la búsqueda del lucro y el beneficio empresarial. La libre organización de una economía colectivizada resultaría una sociedad mucho más equilibrada que la actual, cuyo mayor interés es el del robo sistemático y el exterminio de gran parte de sus miembros.

Típicos argumentos contra el anarquismo

Nuestros gobernantes dicen protegernos a los unos de los otros. En realidad sólo quieren protegerse a sí mismos y a su propiedad. Si nosotros, como miembros de una comunidad local, fuéramos dueños de todos los recursos y los colectivizáramos, sería absurdo robar. El principal motivo delictivo desaparecería.

A menudo nos preguntan cómo una sociedad anarquista trataría a los asesinos. ¿Quién los pararía sin policía?

La mayor parte de los asesinatos son crímenes pasionales y por tanto ni la policía ni nadie los puede prevenir. Estas comunidades necesitarían organizar algún medio con que tratar a aquellos individuos que perjudicaran a los demás. En lugar de varios miles de policías profesionales, todos nos protegeríamos mutuamente.

Sin embargo, en una sociedad no autoritaria, sin poder ni autoridad de una persona sobre otra, se debería educar para prevenir los crímenes pasionales, aquellos no motivados por “delitos contra la propiedad privada”. En relación a éstos últimos, en una sociedad sin egoísmos, en una economía colectiva autogestionada, destinada a satisfacer las necesidades sociales en igualdad, más cuerda y menos frustrante no cabrá la criminalidad con fines económicos.

Las cárceles son un fracaso a la hora de mejorar o reformar a los presos. Los vecinos de una comunidad, conociendo mejor las circunstancias personales de cada cual, aportarían soluciones mejores y más adecuadas tanto para la víctima como para el acusado. Por otra parte, el actual sistema penal es el responsable de la creación de un comportamiento delictivo. Los presos que cumplen una condena larga a menudo se convierten en seres incapaces de sobrevivir fuera de una institución que tome todas las decisiones por ellos. ¿Cómo puede llegarse a la conclusión de que encerrar, aislar y anular a unas personas con otras de carácter antisocial (los peores son los carceleros) va a desarrollar en el individuo un modelo de comportamiento responsable y razonable, y prepararle para vivir en sociedad? Naturalmente, lo que ocurre es todo lo contrario: la mayoría de los presos reinciden.

Otra de las preguntas con las que se ha tenido enfrentar el anarquismo durante años es ¿Pero quién haría todo el trabajo sucio? Imaginamos que toda comunidad diseñaría un sistema rotativo. ¿Qué tiene de imposible?

Otra pregunta: ¿y qué pasaría con aquél que se negara a trabajar? Se puede aplicar presión social, por ejemplo, condenar al individuo en cuestión al ostracismo. En casos drásticos la comunidad podría verse obligada a expulsar a alguien.

Sin embargo, la gente necesita trabajar. La gente tiene una verdadera necesidad creativa. Fijaos en la cantidad de gente que pasa horas arreglando su coche, o su moto, o cuidando su jardín, haciendo prendas de vestir, creando música. Todas están actividades creativas pueden ser muy entretenidas. A menudos se las considera aficiones más que trabajo, pero es que se nos ha enseñado a considerar el trabajo un tormento que no hay más remedio que aguantar.

En esta sociedad el trabajo es efectivamente un tormento, y naturalmente lo odiamos. Eso no quiere decir que seamos vagos por naturaleza sino que no nos gusta que nos traten como si fuéramos máquinas, obligados a hacer un trabajo en su mayor parte desprovisto de significado, para beneficio de otro. El trabajo no tiene porqué ser así, y si estuviera controlado por la gente que lo desempeña, desde luego no lo sería.

Por supuesto hay trabajos que es necesario hacer, y hay pocas formas de hacer que la recolección de basura sea una ocupación divertida. Todo el mundo debería ocuparse de ello cuando te tocara el turno y sería labor de todos controlar que nadie se escaqueara.

Otro punto importante es señalar que el desempleo es sólo un problema creado por el capitalismo. En un mundo más razonable no habría paro. Todo el mundo tendría menos horas de trabajo porque sólo se producirían los artículos necesarios. Si nos deshiciéramos de la parásita clase dirigente, nos liberaríamos de gran parte de la presión económica que nos obliga a trabajar.

Si todavía no estás convencido de que una sociedad anarquista podría resolver el problema de la gente que se escaquea de sus responsabilidades, imagínate a ti mismo obligado a enfrentarte a una asamblea de tu comunidad, donde se discutiera que tú representas un problema. ¿Qué te parece?

Otra objeción típica es “Bueno, eso a lo mejor funcionaba a pequeña escala, en un pueblo campesino, pero ¿cómo dirigir una sociedad altamente industrializada sin necesidad de dirigentes?» En primer lugar creemos que la sociedad necesita ser dividida en núcleos menores siempre que sea posible, para que puedan ser dirigidos por grupos pequeños de gente corriente. Es un rasgo notable en cuanto a teoría de la organización, así como un principio básico del anarquismo, que los grupos pequeños trabajan juntos de forma eficaz y son capaces de coordinarse con otros grupos parecidos, mientras que los grupos informes y a gran escala son fácilmente manipulables. Dentro de este mismo punto es interesante señalar que recientemente, las famosas «economías de escala» que justifican por ejemplo las fundiciones que cubren kilómetros cuadrados, están siendo altamente cuestionadas. Llega un cierto punto en que las fábricas, granjas, los sistemas administrativos y demás, pierden eficacia a medida que se hacen más grandes.

Se debe producir y consumir a escala local mientras sea posible. Sin embargo, algunos servicios tendrían que tratarse a nivel regional o incluso a mayor escala. Esto no es un problema irresoluble, de hecho la clase trabajadora del Estado Español encontró soluciones en los años 30. La Compañía de Autobuses de Barcelona dobló sus servicios, hizo generosas contribuciones a actividades lúdicas y produjo armas para el frente en los talleres de autobuses. Todo esto se consiguió además con un número de trabajadores bastante reducido, ya que muchos se habían ido al frente para combatir el fascismo. Este increíble aumento de la eficacia, a pesar de la guerra y de la escasez de materiales, no es tan sorprendente después de todo, porque ¿quién puede dirigir una compañía de autobuses de la forma más idónea? Obviamente sus trabajadores. Y que mejor que los elevados beneficios empresariales puedan reinvertirse en reformas tecnológicas, en contaminar menos, en mejoras sociales de los trabajadores, o en lo que libre y colectivamente se determine, en lugar de ser saqueado por accionistas y empresarios.

Todos los trabajadores de amplias regiones de España del 1936 al fin de la guerra, estaban organizados por sindicatos -grupos de trabajadores del mismo gremio, subdivididos en grupos de trabajo. Cada grupo tomaba sus propias decisiones en lo referente al trabajo día a día y nombraba a un delegado que representaba sus puntos de vista en temas más generales concernientes a toda la fábrica o incluso a toda la región. Los delegados eran portavoces de las decisiones tomadas en asamblea por todos los compañeros y el cargo de delegado se rotaba con frecuencia. Los delegados podían ser revocados inmediatamente en caso de que no cumplieran con el cometido de ser meros portavoces de la asamblea (principio de revocabilidad). Esta es una buena muestra de los principios anarquistas de la libre federación llevada a la práctica.

Añadiendo más niveles de delegación es posible alcanzar una actividad a gran escala sin abandonar la libertad de trabajar en la línea que cada individuo elija. Esta idea de «federalismo» volverá a ser ilustrada en una sección posterior llamada «Acción y organización local».

Sigamos con más objeciones. ¿Una sociedad sin Estado no estaría indefensa ante ataques exteriores? El hecho de vivir en una sociedad estatal no nos ha salvado del imperialismo. De hecho, nuestro ejército y fuerza armadas son utilizadas en nuestra contra como un ejército de ocupación. El Estado no nos defiende. Nos utiliza como carne de cañón para defender a nuestros dirigentes que, puestos a revelar la verdad, son nuestros verdaderos enemigos.

Volviendo a la pregunta, una respuesta anarquista clásica es la de armar al pueblo. Las milicias anarquistas españolas estuvieron cerca de ganar la guerra civil a pesar de la escasez de armamento, de la traición estalinista y de la intervención Alemania e Italia. El error fue dejarse integrar en el ejército regular de la República. Una población armada sería difícil de subyugar.

Pero sí, es cierto, nos podrían destruir. Creemos que nosotros constituimos la verdadera «amenaza nuclear». Los dirigentes mundiales probablemente nos exterminarían antes que permitirnos vivir en libertad. Contra la amenaza de destrucción nuestra mejor defensa es el movimiento revolucionario en otros países. Dicho de otra manera, nuestra mejor defensa contra la bomba atómica es el movimiento de los trabajadores. Hay que tener en cuenta que inicialmente la Revolución Rusa se salvó de una intervención británica masiva gracias a una serie de motines y boicots de los obreros británicos.

Podríamos garantizarnos un verdadero sistema de seguridad si nuestros contactos internacionales evolucionaran hasta tal punto que los trabajadores de cada «país enemigo» fueran capaces de impedir que sus dirigentes nos atacaran.

Las líneas anteriores han sido una breve introducción al pensamiento anarquista. Hay muchas más ideas y detalles en libros que tratan el tema.

Organizarse en el trabajo

Tradicionalmente, los anarquistas siempre han pensado que el problema fundamental es que el mundo está dividido en «esclavos asalariados» y jefes. Si pudiéramos librarnos de los jefes y dirigir nuestras industrias nosotros mismos, en beneficio de nuestras necesidades y no de las suyas, mejoraríamos y transformaríamos claramente cada área de nuestra vida.

Intentamos difundir la idea de que si nos unimos evitaremos que nos mangoneen. Lo mejor es hablar con los compañeros de trabajo, que nos acepten y confíen en nosotros en lugar de presionar a la gente con sermones. La mejor forma de aprender la solidaridad es a través de la acción.

Los anarquistas deben ir a la huelga si ésta tiene lugar. Por lo general, tarea más importante en estos casos suele ser tratar de menguar el poder del sindicato mayoritario y propagar la acción directa en lugar de delegar todo el poder en el sindicato oficial. El fin del anarquismo es controlar nuestras propias vidas, no entregarlas al «representante oficial» para que nos traicione. La acción directa, sin intermediarios, es la forma más eficaz de ganar batallas laborales. La unidad es la fuerza.

Para el anarquista, las huelgas encaminadas a conseguir pequeñas reformas, las peleas entre distintos grupos de trabajadores, etc., no son especialmente revolucionarias. Para nosotros, el fin principal de estas acciones es que a raíz de ellas, la gente empiece a aprender a organizarse y gane confianza en la fuerza colectiva. Esta experiencia podría ser útil a la hora de capacitar a los trabajadores para desafiar con eficacia la estructura del poder empresarial y edificar un control de la producción por parte de los obreros.

Tenemos una larga historia de la que sacar provecho y muchas técnicas útiles que han funcionado en otros sitios. Ideas como ir disminuyendo progresivamente el ritmo de trabajo hasta que se equipare con lo equivalente a nuestro salario. O «huelgas del buen trabajo», es decir, hacer un buen trabajo sin reparar en el tiempo que cueste hacerlo (aunque baje el ritmo de producción). Estas acciones sólo tienen sentido si se realizan en grupo y con unidad. Son ejemplos de acción directa: no les preguntamos a los jefes lo que hay que hacer, se lo decimos nosotros. El método indirecto (el llamado democrático), por el contrario, significa esperar cuatro años y señalar con una cruz el nombre de un «candidato de izquierda», para que luego resulte que pertenece a la misma clase social que el candidato de la oposición.

Esperamos que la auto-organización obrera vuelva (como en otros momentos de la historia reciente) a alcanzar el punto de unidad en la acción que le permita enfrentarse definitivamente al Estado. Si en la próxima ocasión se dispone de la experiencia, organización, preparación y conciencia adecuadas será posible destruir e Estado y a sus dirigentes, y avanzar hacia una sociedad anarquista y un mundo anarquista.

Hay varios análisis anarquistas que exponen cómo podría llegarse a esta situación. Hay quienes apoyan la idea de construir sindicatos dirigidos por las bases y no por la cúspide dirigente, como es lo habitual. Este tipo de sindicalismo es una clara estrategia revolucionaria que ha probado su eficacia en el pasado. El sindicato incluye a todos los trabajadores de cualquier lugar con el fin de desarrollar la auto-organización hasta el punto en que los obreros puedan tomar las fábricas. Allá donde sea necesario, las huelgas pueden recibir el apoyo de obreros de otros gremios o lugares que se solidaricen con ellos.

Finalmente, se habrán unido suficientes obreros para poner en marcha una huelga general. El Estado quedará paralizado y uno podrá hacer nada a menos que confíe en el ejército, que no se levantará contra sus familiares. La huelga general será un levantamiento general, o desembocará en uno. A partir de aquí se puede comenzar la construcción de una Utopía real.

Relaciones interpersonales

Como hemos dicho anteriormente, el anarquismo conlleva una preocupación por los derechos de individuo. No tiene sentido estar teorizando ni programando actividades si finalmente no va a servir para mejorar la vida de individuos como tú y yo.

A diferencia de los marxistas y otros pseudo-socialistas, creemos que al menos debemos intentar poner en práctica nuestros principios en el día a día. Si crees en la igualdad, trata a los demás como iguales siempre que puedas. Puede que a un marxista le resulte más fácil que a un anarquista olvidar el maltrato al que Marx sometía a sus criados y a su mujer.

La forma en que nos tratamos unos a otros refleja la totalidad de la sociedad. En una sociedad desequilibrada la gente se trata mal.

Por desgracia, los hippies estaban equivocados. No es cierto que «todo esté en tu cabeza». Soluciones individuales como el ácido lisérgico y la vida campestre resultan no ser soluciones en absoluto, sino simplemente escapismo. Antes de la revolución no es posible decidir irse a vivir como si fueras libre; esta sociedad no te lo permitirá.

Antes de la revolución es responsabilidad de cada cual creer, como si fuéramos seres humanos razonables, en un mundo razonable. Es difícil, pero no imposible, con la ayuda de tus amigos, evolucionar a un estado más avanzado que el simple estado de dependencia en que esta sociedad intenta mantenernos.

Acción y organización local

La acción directa puede utilizarse para cambiar las condiciones de casas, calles, colegios, hospitales y otras instalaciones. Las reformas, en sí mismas, no representan una gran contribución a la construcción de la sociedad anarquista, pero es importante que la gente se conciencie de la importancia del potencial de la acción directa. Estas acciones pueden llegar a promover sentimientos de espíritu colectivo y de auto-organización. Despiertan la conciencia política. Si salen mal, pueden llevar a la desesperación y a una desilusión total respecto a la raza humana. Estos sentimientos pueden conducirte al suicidio político. Hay ejemplares de estos desencantados en los mítines de los partidos mayoritarios.

¿De qué tipo de acciones estamos hablando? Si te hace falta una vivienda, ocupa una. Así desafías a las autoridades y a la propiedad privada. La ocupación demuestra con eficacia el sinsentido de que existan casas vacías a la vez que hay gente sin hogar. Por desgracia, el prejuicio popular impide que la ocupación obtenga el apoyo generalizado necesario para un cambio real.

Cuando las condiciones locales se vuelven insostenibles, se generan tumultos. Los tumultos esporádicos, nacidos de la frustración y no de la organización, no son particularmente revolucionarios. Si hubieran estado organizados, habría sido una insurrección, que es otra cosa. Entonces, ¿cómo se organizan los anarquistas?

Los individuos se unen a grupos y sindicatos anarquistas para coordinar sus acciones con otros, no para que les digan lo que tienen que hacer. El grupo al completo discute una acción particular, pero sólo aquellos que estén a favor la llevarán a cabo. Esto contrasta por completo con los grupos autoritarios en los que el individuo tiene que aceptar la línea de su partido.

Se mandan delegados a encuentros a mayor escala, haciendo el cargo rotatorio y revocándolos si alguno intentaba autoinstituirse en líder. ¿Una idea utópica? Ya funciona desde el 1910 en la C.N.T. ¿Qué es lo que parece tan difícil? El funcionamiento anarquista, sin ser conscientes de ello, se está aplicando ya en muchos colectivos y luchas que nada tienen que ver con el anarquismo.

Nuestra creencia en la libertad nos lleva a exigir libertad de expresión y libertad de prensa. Esto podrá sonar raro, como si se tratara de una manifestación de los liberales del s. XIX.

Debido a que los medios de comunicación están en manos de una oligarquía que sabe muy bien de la importancia de su poder, hay pocas probabilidades de que podamos difundir nuestras ideas y actividades a través de los medios establecidos o comerciales.

Nos han empujado a los límites de lo social. Nos vemos obligados a crear nuestros propios medios para expresarnos. Naturalmente, por eso alcanzamos a un grupo reducido de gente con cada panfleto, revista, etc.

La escuela y la educación

Aunque desconfiamos en principio de la institución escolar, los anarquistas tiene gran fe en el poder de la educación. Algunos dicen incluso que educar a los niños para la libertad es la única esperanza real de crear una sociedad anarquista.

Las escuelas se ocupan principalmente de seleccionar y dividir a los niños en niveles para su futuro papel en una sociedad jerarquizada, y asegurarse de que interiorizan la competitividad, la jerarquía y el respeto a la autoridad. La asistencia a clase debería ser voluntaria. La obligatoriedad destruye el entusiasmo natural por saber y comprender. La verdadera educación es lo contrario a la escuela obligatoria, donde se aprende principalmente a respetar la autoridad. Necesitamos, en cambio, que nuestros hijos desarrollen una capacidad crítica para entender el mundo.

Los anarquistas nos oponemos al adoctrinamiento religioso en los colegios. El miedo y la superstición no tienen lugar en una educación ética. La educación religiosa debería abolirse y substituirse por una clase enfocada a discutir cuestiones morales y filosóficas basadas en la preocupación y el respeto a los demás.

La educación debería estar disponible en cualquier momento de nuestras vidas, en lugar de estar confinada arbitrariamente a esa parte de la vida que pasamos en la escuela. Todos somos alumnos y profesores potenciales, todos tenemos habilidades que desarrollar y que enseñar durante toda nuestra vida.

Los anarquistas estamos generalmente de acuerdo en que la completa liberación de la educación depende de la creación de una sociedad anarquista. Sin embargo, esto no ha sido impedimento para intentar crear entornos más libres donde los niños puedan crecer y aprender, aquí y ahora. Algunos anarquistas han educado a sus hijos en casa. Otros los han educado conjuntamente con otros padres e hijos. Han trabajado juntos en lugar de permanecer en núcleos familiares aislados. En las últimas 3 décadas varias escuelas libres se han establecido basándose en principios libertarios, y han desempeñado un servicio muy valioso demostrando de forma práctica que hay alternativas posibles.

Conclusión

Esperamos que tú sacarás tus propias conclusiones. Los anarquistas siempre crean su propia opinión. Si estás interesado, lee más, reflexiona. Hay mucho que hacer.

¿Se te ocurre alguna buena excusa para no ser anarquista? Bueno, pues entonces, ¡adelante!