LA AIT Y LA INTERNACIONAL PARALELA

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Desde muchas instancias con nombre libertario, unas, generadoras de voces, otras, por ahora, puros altavoces de esas voces, en un arco que va desde la SAC de Suecia hasta la CGT de España, con sus organismos intermedios y en actos que van desde la I-98 (primera reunión internacional de organizaciones reformistas que se autodenominan libertarias), en el mes de junio en San Francisco, hasta la también internacional «Reunión Libertaria» de Madrid (marzo, 2001), se viene queriendo tejer una tela de araña que ponga cerco previo a la Asociación Internacional de los Trabajadores (A.I.T.), la primera de las Internacionales, creada en 1864, para su eventual asfixia o deglución posteriores.

Se trata de la operación reformista más amplia y ambiciosa que jamás se haya visto por estos pagos. Su capciosa consigna es «unidad del movimiento libertario», o sea, la gran trampa, la gran añagaza asistida de perifollos y maquillajes mediáticos, la gran patraña en forma de cortina de humo destinada a encubrir la disolución de los principios libertarios.

Se trata, una vez más, de un esqueleto histórico que se repite: los que, por sus conveniencias políticas, hacen, en determinados momentos, bandera de la «unidad», son siempre, precisamente, aquellos que, en su día, la rompieron. Así, la SAC, en 1957, con relación a la AIT; la CGT-España, en 1980 y en 1984, con relación a la CNT; la CNT-Vignoles (Francia), expulsada de la AIT en 1996, después de cuatro años de traiciones orgánicas a la Internacional; la USI-Roma, en 1995, con relación a la USI-AIT…

Y la gran excusa para reclamar esa «unidad» es, justamente, la que no tuvieron en cuenta para destruirla: «el enemigo es otro, el capitalismo globalizador nos atenaza, venga, sal ya a la calle, no te pongas ni la chaqueta y no preguntes más…».

Hasta los menos avisados saben de qué va la cosa. Se trata de una vieja trampa sociológica consistente en disfrazar situaciones, que, por sus componentes de visceralidad, pongan, automáticamente, en movimiento el mecanismo psicológico cuya función es impedir, compulsivamente, toda acción consciente y deliberada.

Estos peticionarios de la «unidad», en virtud de «la urgente necesidad que nos acosa», no pensaron -es el caso de la CGT- si esa necesidad no era urgente para la clase obrera española en 1980, cuando, presentándose como «puros sindicalistas» frente a lo que ellos llamaban CNT-FAI, bebían en los cuencos de las manos de Martín Villa, el ministro fascista de la UCD.

¿No era necesidad urgente el que se estuviera cociendo entonces la conspiración militar que estallaría, un año más tarde, en el 23-F? ¿Quién, en aquellos graves momentos, rompió la unidad de la CNT, debilitándola y privándola de una fuerza que, con urgencia, necesitaba para oponerse con éxito a la política antiobrera y procapitalista, que, por un decenio, se derivaría de los Pactos de la Moncloa? ¿Quién maniató, con ello, a la CNT que, entonces, era la única organización que podía impedirlo? ¿Quién se garantizó la cobertura y el favor de Martín Villa y congéneres, asegurándose, así, su piratería sin trabas en todas las oficinas de los IMACs, tras prometer suscribir las elecciones sindicales, que constituyeron el gran y mortal parto de aquella incalificable traición antiobrera? ¿No supuso todo ello el afianzamiento de una transición que, a las claras, representaba un continuismo del régimen fascista? (¿o acaso son tan torpes para no ver que estos lodos de hoy vinieron de aquellos polvos de ayer?). ¿Todo eso no eran razones suficientes y graves para mantener la unidad?

Y, cuando los socialistas subieron al poder en su aventura de «más de lo mismo», ¿no movieron los escisionistas, los»paralelos» (así llamados por su apandador mimetismo paralelizante de modelos originales), también entonces y muy rápidamente, los resortes oportunos para garantizarse el favor sin límites del Subsecretario de Trabajo Segismundo Crespo, a fin de continuar el expolio de la CNT y de seguir manteniéndola aherrojada y en el ostracismo?

¿De qué unidad nos hablan esos profesionales del reformismo? Está muy claro que de la CNT no les interesa ni las ideas ni la historia, como no sea para servirles de máscara. Sólo les interesan las letras, la C, la N y la T, los patrimonios y la confluencia de colores para explotarlos en Internet hasta el paroxismo, no como base de razonamiento (les está prohibido profundizar), sino como imagen para el espectáculo; no con la misión de ilustrar y clarificar, sino como instrumento de obnubilación de las mentes.

¡Unidad del movimiento libertario! ¿Qué es?, ¿un frente, una federación, una alianza, una coordinación?. ¿De quién, de quiénes? ¿Qué sería lo que haría libertaria a tal coyunda?, ¿la superación final del Estado y la política?. Eso lo postulan también los marxistas y los comunistas, incluido Lenin. ¿Acaso el anticapitalismo? Idem de idem. Entonces, ¿será la lucha contra el estado y la Patronal desde ya mismo? Bueno…sí…pero, sabes…hay estrategias… por ejemplo, los Comités de Empresa, estructuras cooperativas, elecciones sindicales, subvenciones del Estado, funcionarios sindicales liberados del trabajo, sindicatos de policías que comparten local y anagrama con organizaciones «libertarias», que también albergan represivos funcionarios de prisiones, guardias de seguridad armados o estructuras conjuntas con partidos políticos; que intervienen en las elecciones municipales del sistema capitalista al grito de «¡gestionemos el municipio!»… y patatín, patatán, patatán, patatín…

Y a todo eso lo llaman «revolución gradual», o sea, revolución por grados. Es decir, irse metiendo en los gobiernos, pero sólo para hacerse con la técnica de…gobernar. «Eso sí ¡desde abajo!, oiga, no vaya usted a creer…». Siempre creímos que a eso se lo llamaba, en el mejor de los casos, «evolución reformista» y, a la postre, integración en el sistema…Pero… claro «¡con la sana intención de transformarlo desde dentro!».

Es decir, que de lo que se trata es de volver el tiempo atrás y partir, otra vez, de la conspiración marxiana de 1872, culminada en 1889 con la creación de la II Internacional…Pero todo, naturalmente, envuelto en retóricas fraseologías que no resisten el más mínimo análisis crítico, y, por eso, «¡nada de hablar, de plantear, de confrontar, de definir!, ¡nada, nada de eso!, ¡práctica y práctica!. Porque, sabes, el anarcosindicalismo es práctica». O sea, que, si vendiendo chupachups conseguimos atraer a mucha gente, pues ¡ea, chupachups!

¿Qué tremenda mistificación! Claro que el anarcosindicalismo es práctica, pero con ideas, y sabiendo de la acción el cómo, el porqué y el adónde. Justificar la práctica por la práctica es insultar la inteligencia de la gente, tenernos por disminuidos mentales, pensar que no somos capaces de distinguir entre el puro activismo y la acción consciente…

Pues bien, todo eso es lo que están armando, y, como resulta muy evidentemente contradictorio tratar de atraer prosélitos en nombre de la unidad y, simultáneamente, estar conspirando contra la unidad de la AIT, pues, entonces, entonan, con cara de circunstancias: «No, no es una Internacional, es…» ¿A quién está esta gente llamando tontos de baba? Ahí están San Francisco, Roma, Málaga, París, Madrid, Gotemburgo, de nuevo París (¿de dónde sale tanto dinero para tanta movida?)…

Esa es la «Internacional paralela», la denunciada ante la opinión internacional en los Congresos XXI, XXII y XXIII de la AIT y a la que el anarcosindicalismo sigue y seguirá denunciando y combatiendo.

Editorial de la Redacción del periódico «CNT», nº 267.

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